15 enero 2022

ARTÍCULO

 

EL TALENTO MUSICAL: ¿INNATO O SE PUEDE ENTRENAR?

A pocos días de haber comenzado el año y con el listado de propósitos aún casi en la mano queremos compartir una información que, de seguro, te alegrará y quién sabe si se convertirá en el empujón que necesitabas para animarte a incluir entre tus planes de año nuevo aprender un instrumento musical. 

Lo cierto es que todas las personas poseemos habilidades musicales, independientemente de que las usemos o no para convertirnos en músicos, pero todo el mundo puede aprender música. Somos seres musicales por naturaleza. 

 La educación musical y artística ha estado dominada por el paradigma del talento, convirtiéndose muchas veces en la excusa perfecta tanto para aprender como para enseñar. A todos nos suena el típico comentario de: “yo no tengo oído”, “soy arrítmico” o “la música no se me da” o lo que es peor, "no tiene talento para la música, mejor que se dedique a otra cosa". Este falso mito ha condicionado que muchas personas se sientan bloqueadas, con baja autoestima musical o con una relación de amor/odio con la música. Lógicamente, no podemos obviar la importancia que desempeñan aspectos como la vocación o la genética, pero ello no implica que el talento no pueda desarrollarse con una enseñanza adecuada, a través de diferentes vías y en tiempos distintos, si nos centramos en el potencial individual. ¿Acaso crees que Mozart o Beethoven tenían un cerebro diferente?. Si bien es cierto que, como hemos comentado, la genética interviene, lo que nos dice la neurociencia es que nuestro cerebro es plástico, y no, no te asustes que nada tiene que ver con la contaminación ambiental, lo que quiere decir es que podemos modificar nuestras habilidades, algo impensable hace algunos años cuando se pensaba que o nacías inteligente o nacías con la etiqueta de “ en esta vida no vas a servir para mucho”. Y más allá de que esto parezca una broma, que ni mucho menos lo pretende, son muchas las personas que han sufrido y aún siguen sufriendo las consecuencias de la mal entendida inteligencia. Hoy en día, debemos entender la inteligencia como la capacidad de mejorar todas y cada una de las habilidades que nos propongamos entrenar, en palabras del gran José Antonio Marina, “el talento es la inteligencia triunfante”. Así, con tiempo, dedicación, esfuerzo y pasión podemos desarrollar nuestras destrezas y es entonces cuando podemos desplegar nuestro talento y no, esto no significa que lleguemos a ser Mozart o Beethoven (y sabemos que esa no es tu intención), pero sí que mejoremos con creces nuestro talento, en este caso, nuestro talento musical y de ese modo disfrutar de todo lo que la música tiene para ofrecernos (para ofrecerte). Lo que está claro es que, si no lo trabajas, no lo desarrollarás, pero ten presente que no es un don, hay que esforzarse, hay que entrenarlo y el nivel de exigencia lo pondrás tú. En conclusión, todos y todas tenemos talento, aunque no lo hayamos descubierto, así que ¡manos a la obra!. Quizás tú seas uno de ellos. Lo decía también Toni Nadal en su charla de BBVA, “el talento en la vida es la capacidad de aprender”. Desde luego, no es lo mismo pensar en la música como profesión, como afición o como factor de desarrollo. Puedes convertirte en un músico de los que actúan en grandes auditorios o simplemente querer ser de los que su club de fans se restringe al grupo de amigos. Te encuentres en una u otra situación, lo interesante es saber, como ya hemos dicho, que si pones en marcha tus habilidades musicales, de un modo u otro, estarás trabajando y potenciando un mayor número de conexiones neuronales (al nivel que tú quieras) a la par que activando las áreas cerebrales encargadas para ello. Por tanto, tú puedes crear las condiciones adecuadas para que esto sea posible. ¿No te parece increíble?. Una vez más, vamos a parafrasear a José Antonio Marina cuando decía en su libro “La educación del talento” (2010) que el talento es lo que nos permite utilizar nuestras destrezas y capacidades para dirigir nuestra acción hacia una vida lograda. Suena inspirador, ¿no crees?. 

Imágenes tomadas por resonancia magnética nos muestran cómo se activan ciertas regiones cerebrales: los lóbulos frontal, parietal, occipital o temporal, cuando se escucha música o cuando se toca un instrumento. Según algunos estudios realizados por la psicóloga Laurel Trainor, cuando se hace música entran en juego determinadas partes del cerebro tales como la corteza visual, auditiva, sensorial-tactil, motora y prefrontal, el cerebelo, los ganglios basales, el área de Broca, las estructuras límbicas, el hipocampo y los lóbulos parietales. Vamos, que está más que demostrado que la actividad musical involucra todo el cerebro, siendo un gran estimulante cerebral. ¡Alucinante!, ¿verdad?. Se considera que la música es la actividad que más partes del cerebro pone en marcha al mismo tiempo, ¡casi nada!. Otro dato bastante significativo que podemos añadir es que, la práctica musical hace que el cerebelo de un músico pueda tener un 30% más de materia gris y condiciona que en su cerebro se establezcan un mayor número de conexiones neuronales. Por tanto, cada vez que se activan esas zonas hay una modificación en nuestro cerebro que, como habíamos dicho anteriormente, es plástico. Y todo este panorama cerebral nos lleva a reflexionar también sobre el papel que juega la actitud. Esa con la que nos enfrentamos a las distintas experiencias en la vida, ¿eres de ese tipo de persona que piensa que no has nacido para la música porque en el coro del colegio te mandaban a callar y entonces ya no te molestas en intentarlo? o por el contrario ¿eres de ese tipo de personas que si algo le interesa va a por ello como un reto a alcanzar, dedicándole tiempo y esfuerzo?. Si has respondido sí a la primera pregunta deja que te digamos que tienes una mentalidad fija. Si por el contrario, has respondido sí a la segunda, eres poseedor de una mentalidad de crecimiento. No lo decimos nosotras, sino la neurocientífica americana, Carol Dweck que ha hecho todo un estudio sobre las mentalidades. Y, ¿a qué se refiere Dweck con mentalidad?. Se refiere a las creencias con las que nos enfrentamos a la vida, las que se conforman según hayan sido nuestras experiencias, nuestra educación y nuestro contexto social. Las que nos permiten enfrentarnos a las distintas situaciones que se nos presentan para así, adaptarnos o no. En sus propias palabras, el mindset (mentalidad) es la percepción casi inconsciente que las personas tenemos sobre nuestras capacidades y sobre nosotros mismos. Ni todas las creencias son malas, ni todas las creencias son buenas. Dependerá de si te permiten adaptarte o no. Muchas de nuestras creencias son casi inconscientes y no sabríamos ni explicar por qué hemos actuado o respondido de una forma determinada, sin embargo lo hacemos. Ser conscientes de en qué momento actuamos con mentalidad de crecimiento o cuando con mentalidad limitante nos permitirá mejores desempeños y nos acercará al éxito con mayor probabilidad, entendiendo como éxito, el alcanzar el objetivo de aprendizaje propuesto. Siguiendo en la línea de las mentalidades podrás reconocerte en ellas: ¿eres de los que te gustan los retos o no?, ¿de los que prefieres intentarlo u optas por no hacerlo, por si acaso no lo consigas y vayan a pensar que no eres tan válido como creían?. Tal vez pienses que, si debes esforzarte, entonces no eres tan bueno como pensabas, o tal vez te encanten los retos porque detrás de ese esfuerzo sabes que te esperará una recompensa, la satisfacción de haberlo conseguido.

Seguramente habrán escuchado la frase de “no gana siempre quien tiene las mejores cartas sino quien juega mejor con las cartas que le han tocado”. Así pues, aludiendo nuevamente a José Antonio Marina, lo que podemos hacer mediante la educación es enseñar a jugar bien… y, ojo, que jugar bien no significa ganar siempre, sino aceptar que el error o el fracaso son parte del proceso y ahí es donde más aprendizaje hay. Por ejemplo, cada vez que nos equivocamos a la hora de ejecutar un determinado pasaje musical, se genera una chispa en nuestro cerebro debido a la actividad eléctrica que se produce cuando se experimenta un conflicto entre lo correcto y el error. Esto sucede tanto si somos conscientes o no, y aunque a nivel cerebral se generan respuestas diferentes, debemos quedarnos con que el cerebro ha sido desafiado y por lo tanto, le damos opción a crecer. Cuando somos conscientes de haber cometido un error y además lo hacemos desde una mentalidad de crecimiento, con mucha probabilidad nos ocuparemos de corregirlo (a base de práctica, que es el único remedio posible). Ahí es cuando decimos que surge una oportunidad para aprender. Ahí está la gran diferencia entre ver el error como lo que es, aprendizaje, y no como un castigo. Y a ti, ¿te produce incomodidad cometer un error?, ¿cómo te enfrentas a ellos?, ¿eres de las personas que avanzas en medio de las dificultades o de las que, si el acorde de fa con cejilla en la guitarra no te sale a la primera, abandonas con esa sensación de frustración, de pensar que la música, definitivamente no es para ti?, ¿te planteas formas diferentes de llegar al objetivo si lo que has hecho hasta el momento no ha dado los frutos que esperabas?, ¿usas tus cartas de la mejor forma posible para asumir el fracaso y sigues intentándolo o te quedas anclado en que tus cartas ya vienen descritas según tu genética, entorno y experiencias anteriores?, aspecto que no deja de ser cierto, pero que a estas alturas del artículo ya deberías saber que en tus manos está también el poder modificarlo...

Para acabar, quédate con la idea de que la música nunca debería ser una fuente de frustración. La música es puro disfrute. Entonces, ¿qué instrumento musical dices que quieres aprender?..

Alicia Alonso González y Aranza Hernández Hernández.




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